Las palabras son fáciles.Tan fácil como decirlo todo o no decir nada,se entreveran en una riña de aves de presa.
Y es entonces cuando no todo es fácil,las mañanas acolchonadas,las sonrisas con sabor a caramelo y chocolate.Una tendencia infantil a jugar constantemente,hasta explotar el último globo.
Y el helio se dispersa,como gotas en fa,de una escala disarmónica,atravesando el cielo entre ropas tendidas y maceteros llenos de jazmines otoñales.
Empezar a entender que no decir nada,derrapa los rayos solares que se filtran entre las nubes acamisadas.
No hay valor en las palabras,salvo el perfume que se dibuja en el hipotálamo cuando las decimos,cuando las oímos.
Que tu boca las diga,sea un sí,sea un no.Que tus labios se partan en dos y fluya inagotable tu voz y se escurra por los techos asoleados.
Y digas lo que digas, a favor o en contra.
Hacer girar al mundo y que se detenga la máquina.
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