
Extraño, situación insperada, luz inesperada. Situación de paso, podría haber sido anecdótico, pero no.
Un farol se reía tanto, temblaba retóricamente, contestando con el cuerpo lo que no podía decir; segunda vuelta, una suerte de sortija ganada, una rayuela al cielo, una flor en el bolsillo.
No tenia planes, venía de barrilete a candombe sin paz; y ahí es cuando avistas esos campos azules que hacen dudar.Y mecerse por las calles.
Se abrió un paréntesis invisible, que abotono el olvido y guardo en el fondo del cajón, con la esperanza de que no había nota de recordatorio.
En los paréntesis suceden cosas, la misma rutina metódica almidonada de esas notas disonantes que distraen y perplejan; los paréntesis se abren cuando acotamos la situación, aclarando lo entendido, pero por fuera del paréntesis se encierra lo desconocido.
Otra vez de noche, un frío atleta que corría por los árboles trajo líneas inesperadas, tan descolocadas que decir fuera de contexto seria narrarlas.Y evidentemente la nota de recordatorio había quedado pegada en algún punto del plano blanco, mentalmente o en la casa.
Invitada especial, se vuelve anfitriona para deshilarse, y así se va tejiendo un inmenso interrogante de intenciones situadas en escondites perfectos, tan perfectos que aun siguen buscandose.Un galope acompasado, gotas de rocio, suspiro, silencio, latido desprendido.Enredados, cruzados, fulminados en una ráfaga mordiente de flujo de sol nocturno.Desorbitados y extraños.Ajenos.
Hacia frío, de nuevo, frío que corta los edificios en dos, volver, irse, con la mente embarullada, y perfumada de piel, de otra piel.
Ya no era verano, pero con el sol se dibujaba solapadamente la misma pregunta ¿es tarde cuando no se espera nada?
Un farol se reía tanto, temblaba retóricamente, contestando con el cuerpo lo que no podía decir; segunda vuelta, una suerte de sortija ganada, una rayuela al cielo, una flor en el bolsillo.
No tenia planes, venía de barrilete a candombe sin paz; y ahí es cuando avistas esos campos azules que hacen dudar.Y mecerse por las calles.
Se abrió un paréntesis invisible, que abotono el olvido y guardo en el fondo del cajón, con la esperanza de que no había nota de recordatorio.
En los paréntesis suceden cosas, la misma rutina metódica almidonada de esas notas disonantes que distraen y perplejan; los paréntesis se abren cuando acotamos la situación, aclarando lo entendido, pero por fuera del paréntesis se encierra lo desconocido.
Otra vez de noche, un frío atleta que corría por los árboles trajo líneas inesperadas, tan descolocadas que decir fuera de contexto seria narrarlas.Y evidentemente la nota de recordatorio había quedado pegada en algún punto del plano blanco, mentalmente o en la casa.
Invitada especial, se vuelve anfitriona para deshilarse, y así se va tejiendo un inmenso interrogante de intenciones situadas en escondites perfectos, tan perfectos que aun siguen buscandose.Un galope acompasado, gotas de rocio, suspiro, silencio, latido desprendido.Enredados, cruzados, fulminados en una ráfaga mordiente de flujo de sol nocturno.Desorbitados y extraños.Ajenos.
Hacia frío, de nuevo, frío que corta los edificios en dos, volver, irse, con la mente embarullada, y perfumada de piel, de otra piel.
Ya no era verano, pero con el sol se dibujaba solapadamente la misma pregunta ¿es tarde cuando no se espera nada?
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